El conocimiento puede dibujarse y transformarse en cultura
Lo esencial es invisible a los ojos, como escribió Antoine de Saint-Exupéry en el libro El principito, y eso es lo que ocurre con esta palabra, conocimiento, que no podemos ver ni palpar, pero que desempeña un papel fundamental en nuestra vida.
Cualquier persona toma cada semana miles de decisiones, algunas de enorme trascendencia, y el grado de acierto en todas ellas viene determinado por los conocimientos y la forma en que los gestionamos.
El conocimiento no es solo las nociones teóricas adquiridas a través del aprendizaje, sino también, entre otras cosas, nuestra experiencia y saber hacer, nuestros pensamientos surgidos a través de la reflexión y contraste con los hechos probados, nuestras ideas racionales y nuestros valores. El conocimiento nos acerca a la realidad, nos facilita interpretarla de forma correcta y tomar decisiones acertadas y coherentes. Es por eso tan importante para cada una de nuestras actividades aprender a gestionarlo eficazmente. Es decir, aprender a crearlo, intercambiarlo, difundirlo, retenerlo o, simplemente, identificar el conocimiento clave que requiere una acción, detectar las lagunas que se tienen y priorizar las nociones que deben adquirirse.
Para entender esta palabra abstracta es muy importante poder representarla. El amor se dibuja con frecuencia mediante un corazón, la tristeza a través de lágrimas, etc., sin embargo, encontrar un distintivo que identifique el conocimiento no es una tarea sencilla, sino más bien un reto.
Este ha sido el desafío que los estudiantes de la Escuela Superior de Diseño de Madrid han tenido que afrontar en el Concurso Cultura del Conocimiento organizado por la Fundación Gestión del Conocimiento. Un concurso de enorme importancia porque es la primera vez que se organiza un evento de este tipo con el objetivo de lograr que el saber se convierta en un arte y en una cultura de vida en la que jóvenes con enorme creatividad participen y contribuyan con sus obras a conseguirlo.
El ganador de este concurso ha sido un joven de veinte años nacido en Toledo que se llama Luis Fernando de Paz López. Empezó a dibujar a los siete años y ahora se encuentra realizando el tercer curso de diseño gráfico. Es un estudiante con enormes ganas de aprender que define el conocimiento como un camino que cada persona recorre y que a medida que avanza le confiere mayor seguridad y fuerza; una fuente de energía que surge desde el interior y que explota como la erupción de un volcán, haciendo emerger intensas corrientes de ideas y nociones que se esparcen por todo el cielo.
Su dibujo refleja fielmente este pensamiento. Cada detalle está exquisitamente trazado. Multitud de líneas que no se tocan y que expresan una racionalidad en constante armonía. Sobre el papel, un joven con ojos expresivos y frente ancha, un rostro natural con facciones sencillas y algo toscas porque el conocimiento no maquilla el semblante de ningún individuo, solo embellece el interior de aquellos que lo comparten; un muchacho humilde, sin otra vestimenta que una camiseta que legitima que el conocimiento no camina sobre alfombras rojas ni viste de etiqueta con caros trajes de marca, nace de los voluntarios y misioneros que se desplazan a lugares con enorme pobreza para difundir el saber, del esfuerzo de expertos que sin apenas recursos dedican su vida a la investigación, de los profesores que despiertan en sus alumnos el deseo de aprender y la necesidad de transmitir valores.
Sus colores tienen una creativa combinación entre un gris que emula la sustancia que se encuentra en el cerebro relacionada con su funcionamiento y una tonalidad verde clara que refleja el color de la naturaleza representada a través de la forma de un árbol. Séneca dijo en una de sus célebres frases «la naturaleza nos ha dado las semillas del conocimiento, no el conocimiento mismo», lo que induce a pensar que cada persona debe esforzarse en asimilarlo y cultivarlo. Por esta razón, la figura que se muestra en el dibujo simboliza la transformación de la semilla en un árbol de consistencia robusta y firme, consecuencia de los pasos dados a través del aprendizaje, la experiencia y la formación. Creatividad, belleza y talento han hecho de este dibujo una gran creación reconocida con la concesión del Premio Cultura del Conocimiento y que podrá admirarse en el futuro.
Uno de los objetivos de la Fundación es recopilar las obras de los próximos concursos que se realicen en todos los ámbitos del arte (pintura, poesía, escultura, fotografía, etc.) y poder crear en Madrid el Museo del Conocimiento. Un museo para el cual se está solicitando la generosidad y colaboración a través de sus obras de grandes artistas como Antonio López, Bernard Rives o Cristina García Rodero y que espera en unos años exponerlas para que sean admiradas por todo el público.
Esperemos que estos sueños se cumplan y que artistas, políticos y gobernantes puedan aportar su granito de arena para que finalmente esta iniciativa se haga una realidad. Se tratará de un gran estímulo para la educación porque algunos de los beneficios serán empleados en la formación sobre gestión eficaz del conocimiento de estudiantes con escasos recursos.